El Bodegón. Una aproximación al género
Tanto en pintura como en fotografía es un género en sí mismo, también denominado Naturaleza muerta o “Still life”.
En esta ocasión no tomaremos fotos de la naturaleza, eso será objeto de otro taller cuando podamos salir de nuevo al exterior y la pandemia del Coronavirus haya pasado. Ahora es momento de permanecer en casa, sin dejar por ello de hacer fotografías, así que crearemos nuestras propias naturalezas muertas o bodegones controlando todos los detalles de luz, composición, fondo, etc...
Para abordar la realización de un bodegón en interiores, primero debemos fijarnos en las composiciones clásicas de grandes maestros como Van Gogh, Manet, Cezanne o Chardin. En el Museo del Prado también encontramos buenos ejemplos para inspirarnos, como es el caso de Arellano o Zurbarán.
Indagando en la Historia del Arte, encontramos bodegones ya en la época clásica como sucede en los mosaicos romanos, pero cuando realmente cobra relevancia este género es en el siglo XVII. Muestra de ello la tenemos en los talleres de la Escuela Flamenca, con obras como “Las alegorías de los cinco sentidos” de Jan Brueghel de Velours, colaborador en el taller de Rubens en 1620; Frans Snyders o Jan Fyt, especialistas en naturalezas muertas, el primero en peces y aves y el segundo en animales de pelo, Jan Davidz de Heem con sus exquisiteces gastronómicas o Pieter Claesz con sus mesas puestas.
Una mención especial merece la obra de Clara Peeters, pintora Flamenca. Se cree que Amberes fue su ciudad de origen, y su obra se desarrolla desde principios del siglo XVII. Hay que resaltar su papel como pionera en el género del bodegón. Sus primeras obras conocidas datan de 1607. Casi todos sus cuadros son bodegones, y se cree que esto es debido a las limitaciones impuestas por la sociedad de la época a las mujeres artistas, que ni siquiera podían firmar sus obras. Toda la información que tenemos de ella procede de sus cuadros en los que aprovechaba para incluir su nombre introduciendo en la composición un cuchillo de plata con su nombre grabado. Este elemento aparece al menos en seis de sus obras. En otras ocasiones incluía su autorretrato en el reflejo de una copa, era su manera de firmar y reivindicar su autoría, aunque no estuviera legitimada para ello por ser mujer.
En España, el siglo XVII es también el siglo de oro del bodegón, con autores relevantes como Juan Sánchez Cotán, “Bodegón de caza, hortalizas y frutas”, Juan Van der Hamen, pintor tenebrista experto en el cristal y la cerámica, y Zurbarán, que eleva la sencillez de lo cotidiano al rango de obra de arte.
Capítulo aparte dentro de este género tiene la “Vanitas”, naturaleza muerta con contenido moral, que invita a reflexionar sobre la fugacidad de la vida y lo efímero de los placeres terrenales.
Ya a finales del XVII toma relevancia la pintura de flores con Juan de Arellano, lo decorativo gana importancia. El interés por el bodegón decae en el siglo XVIII, aunque destaca con fuerza la obra de Chardin “El festín visual” y todos sus exquisitos bodegones realizados en muchos casos con sus objetos personales de uso cotidiano. El género volverá con fuerza en la segunda mitad del XIX y principios del siglo XX con la llegada del Impresionismo: Cezanne “Estudio de hojas”, Manet...
Nos dice John Berger, que:
El Bodegón surge de lo íntimo, lo cotidiano, objetos que se relacionan entre sí, que mantienen un diálogo entre ellos y también con el artista que ha elegido esos objetos y los ha dispuesto de esa manera y no de otra, para que nos cuenten algo, que va más allá de su pura simplicidad, es como un Haiku, parte de un pequeño objeto, de un detalle o dos y abre la visión del lector hacía un horizonte o un infinito. Como estos de Masaoka Shiki, Kobayashi Issa y Matsuo Basho:
“Pelando una pera
Azucaradas gotas brillan
A lo largo del cuchillo”
“Al encender la luz
Las sombras de las muñecas
Una para cada una”
“Para el mosquito
también la noche es larga,
larga y sola.”
"El Bodegón surge así en la intimidad del ámbito doméstico. Es un espacio limitado donde los objetos se relacionan entre sí y con quien los pinta o fotografía.
El hilo conductor puede ser la luz, una luz tenebrista de Caravaggio o Zurbarán o una luz solar que se derrama sobre los objetos creando atmósfera, como la de los impresionistas. Son objetos cotidianos sí, pero su forma de relacionarse, la luz que los ilumina, insinúa, sugiere algo que va más allá de su pura materialidad”, algo que nos lleva a un infinito, un bodegón de Zurbarán o Chardin van mucho más allá de los ajos, las flores o vasijas que en ellos aparecen, hablan de temas más profundos de la vida y de la muerte. El momento, lo que queda en los objetos de las personas y los impregna de su espíritu. Bill Viola, se inicia en el video arte a raíz de la muerte de su madre, y el recuerdo que de ella permanece en los objetos, nos recuerda los bodegones de Chardin. Así el bodegón trasciende lo pictórico y sigue siendo objeto de interés para fotógrafos y video artistas contemporáneos.
Decía Paul Klee, “El arte no reproduce lo visible. Hace visible”
Lo mismo opina Carlos Castilla del Pino:
“El artista hace la realidad que quiere y puede –cuadros, fotos, esculturas, grabados – es un hacedor de realidades concretas.”
La vida es el caos, la entropía, el desorden, todo lo que sea orden en ella la aproxima a la muerte. Las normas que nos imponemos para regular ese caos vital son la "anti-vida", pero las necesitamos.
Aquí os dejo algunos ejemplos de los grandes pintores que cultivaron el bodegón para que os sirvan de inspiración hasta el próximo capítulo en el que continuaremos indagando juntos.
Gracias por estar ahí y ya sabéis, también se pueden hacer grandes fotos en casa.
Lucía Laínz
13, 14 y 15.- Cézanne